Canarias 1970’s: el Hawái del Atlántico


Octavio Suárez Cabrera en el Confital, años 70, potente ola que atrajo y atrae todavía hoy la atención internacional. Foto: Archivo Octavio Suarez.
Octavio Suárez Cabrera en el Confital, años 70, potente ola que atrajo y atrae todavía hoy la atención internacional. Foto: Archivo Octavio Suarez.

Desde principios y mediados de los 60, cuando las costas californianas y australianas comenzaron a estar saturadas, y los medios de transporte concretamente el avión alcanzó un desarrollo determinante, numerosos surfistas de aquellos lugares levantaron el vuelo en busca de olas desiertas en Europa y África.

En este contexto, Marruecos se convirtió en una especie de meca que luego durante los 70 alcanzó su máximo apogeo de exotismo y buenas olas. Entraban por Europa, y así la península ibérica se convirtió además de zona explorable, en lugar de paso hacia la meta final, el sur de Marruecos. Pero pronto, ya desde mediados de los 60, gracias a surfistas como Peter Troy que había llegado a Canarias en 1963 y publicó un libro con la narración de sus viajes por el mundo, se corrió la voz de que frente a las costas africanas había unas islas que pertenecían a España, donde había unas olas impresionantes y el agua estaba caliente: «el Hawái del Atlántico», se decía en todas partes. Desde entonces, muchos norteamericanos viajaban directamente en avión a las islas, en los tiempos cuando había conexión directa. Otros extranjeros, ya fueran norteamericanos, australianos, o franceses y británicos, daban el salto desde El Aaiún, que hasta 1975 fue provincia de España (Sahara Español), y había comunicación regular por barco hacia las islas. Otros zarparon desde Cádiz, en el J.J. Sister, a Gran Canaria o Tenerife.

En aquellos años de los 60 y principios de los 70, cuando la densidad de surfistas era todavía muy baja (los surfistas locales comenzaron inspirados por los extranjeros a los que les pedían las tablas), las islas eran el paraíso para todos aquellos extranjeros que encontraron la perfección de las olas, el clima, la gastronomía y la gente. Desde principios de los 70 las islas fueron también visitadas por surfistas peninsulares, a donde emigraban en invierno para huir de las frías aguas del Cantábrico y donde pasaban largas temporadas, como Íñigo Letamendía, Raúl Dourdil, Jesús Fiochi, Carlos Beraza, Zalo Campa, Javier Gabernet y otros muchos. En este escenario primordial, se produjo un extraordinario hermanamiento entre canarios y “godos” en el sentido cariñoso de la palabra.

Pero todo tiene un final, y a medida que la densidad de surfistas fue aumentando desde finales de los 70, al igual que había ocurrido en California desde los 60, el localismo poco a poco se fue expandiendo por todas partes, y muchos surfistas que habían sido asiduos durante los 70 dejaron de acudir a Canarias. Las islas, desafortunadamente, fueron pioneras en España en el fenómeno del localismo, algo que muy pronto se expandió por toda la península, y hoy ya casi por todo el mundo donde haya olas buenas.

Canarias, al igual que Hawái, debido a sus buenas olas (constantes todo el año) y la bondad del clima, soportan altas densidades de surfistas en el agua. Tanto por una cosa como por la otra, los destinos de ambos archipiélagos están unidos, en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad. Y ya en los 60 los extranjeros lo intuían: Canarias, el Hawái del Atlántico.

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Surfistas canarios y surfistas cantábricos a principios de los 70 en el Lloret, Las Palmas de Gran Canaria. Foto: Archivo Octavio Suárez
Surfistas canarios y surfistas cantábricos a principios de los 70 en el Lloret, Las Palmas de Gran Canaria. Foto: Archivo Octavio Suárez.
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